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Quería redactar algo antes de acostarme porque hace tiempo no lo hago.
Ya no soy la niña que solía ser. No quiero agradar por agradar. No quiero gustar por gustar.
No quiero que me digas cosas lindas porque piensas que es lo que quiero escuchar.
Ahora quiero crecer. Quiero expandirme, quiero ser tan grande y profunda y extensa como el mar.
Quiero ser tan culta como las mujeres que vinieron antes de mí y más, quiero ser tan ágil como el viento que corre entre los árboles cuando se pone el sol en otoño, como las gotas que caen a finales de julio.
No quiero que me quieran por quererme. Quiero que me quieran por quien soy. Quiero que me miren, pero que de verdad vean. Quiero que vean lo que de verdad soy y que por eso mismo me necesiten.
Quiero ser útil, quiero poder mostrar. Mostrar y demostrar que no soy lo que pensaban. No soy ni lo que pienso que puedo ser. Soy mucho más, soy imparable, soy irrefrenable, soy altanera cuando miro hacia abajo y veo lo que antes quería. Creía que necesitaba tanto, y me merecía tan poco. Como si, por un momento, todo lo que necesitaba no estuviera dentro de mí.
Encontrar cómo decir las cosas es lo que más me cuesta. Decir qué quiero y que quiero me cuesta. No quiero hacer sentir a la otra persona como que las cosas dependen de ellos, porque siento que si les doy esa posibilidad, siempre elegirían irse.
Me da miedo ser tan intensa. Ser tan sensible. Ser tan perturbable. Claro que no me muestro así. Siento que la gente debe pensar que tengo una opinión muy fija y fuerte de las cosas, que las cosas en realidad no me llegan, a veces que ni siquiera me importan, o que no me doy cuenta. Pero siempre me doy cuenta. Siempre sé. Sé antes que tú que me vas a decir, lo puedo leer en tus ojos cuando me hablas, lo puedo escuchar cuando me escribes. Lo puedo incluso escuchar en tu silencio, de lejos, sin ni siquiera estar en la misma habitación.
Pero por otro lado me gusta. Me gusta ser exagerada, loca, obsesiva con mis pasiones. Me entrego a mi arte, como dicen. Me gusta provocar, me gusta sentir hasta más no poder. Me gusta amar hasta gritar, sea de placer o de dolor. Siempre encuentro algo en lo que fijarme, analizar y pensar y pensar y pensar y analizar de nuevo y después repensarlo como algo totalmente distinto y nuevo y así, una y otra vez con cada cosa. Me gusta sacar eso que ni tú entiendes de ti mismo, porque lo ves reflejado en mí. Yo soy todo lo que te da miedo mostrar, lo que te da miedo que vean de ti. Soy un espejo para los demás, pero por eso misma, yo no me veo en nadie. No soy como nadie, no soy de nadie ni soy alguien. Me pierdo y me encuentro en el mismo momento, el mismo segundo.
Ojalá poder dormir como lo hacen ahora, tranquilos en su trance, pensando que lo que hacen cada día es algo digno en lo que gastar sus diminutas, insignificantes vidas.
Mientras yo sigo despierta. Mirando y pensando. Consciente. Viva.
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